27 abril 2011

Portugal

Portugal es un país al que tengo poco más o menos aun tiro de piedra de donde vivo y aun así apenas lo conozco. Pero los cinco días que viví allí se me han quedado dentro para siempre. 

Las empinadas cuestas de Coimbra, las arenas de Plaia da Tocha...
Esa ciudad y esa playa me acompañaran ya siempre de un modo que ningún otro lugar puede hacer. Pero sobre todo el modo en que me sentía entre aquella gente, lejos de malos recuerdos.

Volví de allí enamorado de Portugal, eso es verdad, pero ello nada tiene que ver con la decisión que tomé meses después. Mudarme a vivir allí.

Fue otra la causa.

Busque trabajo para mantenerme allí, en Follas Novas me recomendaron unos libros y cedes para aprender el portugués y cada día, cada semana, cada mes que fue pasando me fui cada vez más haciendo a la idea de irme. Tenía una razón que me llevo a marcarme un objetivo y plan para alcanzar ese objetivo. Pero todo era falso.

Es lo que tiene de malo vivir desinformado. Y, yo lo estaba totalmente. El objetivo era inalcanzable y todo mi plan se asentaba sobre la nada.

Pudo ser peor.

Una noche como esta. Estando sentado en la mesa de una cafetería, con la pipa y tomando no me acuerdo que, pero esperando sucedio lo que no esperaba. Ahora al recordar aquella noche me parece incomprensible que me lo tomara con tanta calma, no lo entiendo. Quizá solo sea que antes que en esa noche paso en otras mil y que aunque no esperara, minutos antes, que volviera a pasar, cuando paso fue como si simplemente nada pasara, nada salvo que por fin comprendí que si a esas alturas nada pasaba es que ya nada pasaría. Todo vaso tiene su medida, incluso uno en que pudiéramos meter el Atlántico entero llega un momento, en que gota a gota, termina desbordando sin necesitar para ello nada mas que otra gota más. Una gota pequeña termina desbordando un vaso que mil antes no pudieron. Y, supongo que el vaso estaba muy lleno. Mucho y desbordo.

Esa noche desperté de un largo sueño, allí sentado. Me levante, pague, me fui. 

Y, cuando llego aquel 23 de mayo no hice la llamada que tantos meses llevaba esperando y preparándome para hacer. Y, fue mejor. No había motivos para irme a Portugal, en realidad no los había habido nunca y ahora, por fin, lo sabía.

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