Cuando me llegue la muerte...
Quisiera, me gustaría, que me encontrara despierto, en una noche de verano como esta. Con el cielo nocturno plagado de estrellas. A la orilla del mar; allí sentado y con la espalda recostada contra una firme y buena roca, mirando de frente el mar, la mar.
Mirando de frente, sí, como me gusta mirar o intentar mirar la vida; mirar a los demás, los días, su ausencia, a mi mismo, al instante fugaz que pasa y no vuelve. Sí, me gustaría morir así, mirando de frente a la mar, una noche estrellada de verano.
Sentado, allí, sin necesidad de ir a parte alguna. Con una botella de vino tinto a mi derecha y una pipa en regazo y una bolsa llena de tabaco para esa pipa y un mechero en el bolsillo.
Me gustaría, entonces o me gustara si hay suerte, dar un sorbo a la botella, cargar de tabaco la pipa, tomar el mechero y entonces olvidar la botella, la pipa, el tabaco y el mechero, mientras el fresco de la noche acaricia mi piel y una brisa mis oídos y yo me entrego a la noche, a la muerte y al recuerdo de un sueño.
He soñado con ella desde niño pero jamás la conocí. Soñandola yo la he llegado a confundir con otras, en las que la he buscado sin encontrarla jamás. La mujer que yo siempre he soñado jamás la encontré o si la encontré no la he sabido reconocer, pero aun así la he seguido soñando y soñando y soñando.
Cuando me llegue la muerte me gustaría hundirme en ella con mi sueño vivo y libre pese a mirar de frente la mar y la vida y la muerte. Vivo y libre.
Y, aunque estén llamadas a no ser escuchadas, que mis últimas palabras sean:
"Muero, amada mía, como he vivido; soñandote"
...Y es que hasta el último instante, hasta el último aliento, hay un sueño que soñare. No sé vivir de otro modo, ni sabré morir de otra forma.